sábado, 9 de agosto de 2014

Beato Juan de La Verna: Un fraile besado por Jesús



Jesús abraza al Beato Juan de La Verna en el árbol de haya
(Fuente: tomado de una biografía de 1883 por Ermenegildo Da Chitignano)

El Beato Juan de La Verna fue un fraile medieval italiano conocido por sus visiones de besar y ser besado por Jesús. Su festividad se celebra el día de hoy (9 de agosto). Juan también tuvo una intensa relación con su compañero, el fraile y poeta Jacopone da Todi.

Los escritores tradicionales han hecho "gimnasia del género" a fin de ocultar el contenido homoerótico en las experiencias de Junn. Sin embargo, el erudito franciscano Kevin Elphick propone al Beato Juan como santo queer en el siguiente artículo escrito exclusivamente para el blog Santos Queer.

La investigación de Elphick incluye un viaje reciente a la capilla, ermita y tumba del Beato Juan en el monte La Verna, en el centro de Italia. Elphick termina su artículo con una Posdata del relato personal vívido al describir lo que sucedió cuando visitó el monte La Verna y tocó el suelo donde se abrazaron Juan y Jesús.



Un muro de piedra rodea el lugar donde Jesús y Juan abrazaron delante de una capilla
en el monte La Verna 
(Foto por Kevin Elphick)

Beato Juan de La Verna

Escondidos en las bibliotecas mohosas y en los estantes de los conventos y monasterios se encuentran incontables relatos sobre las vidas de santas, santos, beatas y beatos. Estos relatos están allí acumulando polvo, y en muchos casos, completamente olvidados. Con miles de vidas de santas y santos en existencia, es inevitable que algunas de esas historias sean nuestras historias, es decir, las historias de santas, santos, beatas y beatos LGBTIQ a través de los tiempos. Uno de los propósitos del género de escritos sobre la vida de las santas y los santos -conocido como "hagiografías" del término griego hagios (santo)- es asegurarse de que las y los fieles contemporáneos puedan encontrar ejemplos del pasado con los cuales identificarse y modelos personalmente reconocibles de la santidad a fin de emularlos. Debido a esto, ha transcurrido un tiempo de demora para que las comunidades LGBTI finalmente podamos nombrar y reclamar nuestros santos patronos.

Uno de estos candidatos es el Beato Juan de La Verna (también llamado Giovanni della Verna, Beato Juan de Fermo o Giovanni da Fermo), un fraile franciscano que vivió en Italia desde el año 1259 hasta el año 1322 d.C.  Debido a que los términos "gay" y "lesbiana" son categorías contemporáneas, no es apropiado el uso de estas etiquetas como descripciones de figuras históricas. Esto aunque nuestro "radar gay" colectivo esté a menudo en sintonía suficiente para detectar a nuestros camaradas y antepasados LGBTIQ ​​incluso a través de los siglos. Juan de La Verna es una de estas figuras que debe atraer nuestra atención.

El Beato Juan es único a quien la tradición lo describe como "otra María Magdalena" y depende en gran medida de múltiples metáforas femeninas para capturar su espiritualidad y personalidad. Teniendo en cuenta que se unió a una comunidad religiosa de varones a los 10 años de edad, no es de extrañar que su desarrollo psicosexual podría llevarse a cabo en consecuencia con este contexto exclusivamente masculino.

Juan de La Verna se introduce en una obra clásica de la literatura italiana, Las pequeñas flores de San Francisco (en italiano "Fioretti di San Francesco"), un libro que sigue siendo muy conocido e incluso todavía utilizado en las escuelas de Italia. De autor desconocido, este trabajo se ha descrito como "la más exquisita expresión de la vida religiosa de la Edad Media" [1]. Por gran parte de la historia este libro ha sido el relato más popular sobre la vida de San Francisco de Asís, a pesar de su desconocida autoría y su falta de historicidad como fuente genuina de la vida real de San Francisco. Las historias del Beato Juan son los últimos capítulos de ese libro y su autor pinta la imagen culminante de la temprana espiritualidad franciscana y sus personalidades más conocidas. Como tal, Juan es una figura central y decisiva en este libro. Es nombrado como Juan de La Verna, porque vivía con los frailes franciscanos en el monte La Verna, la montaña sagrada donde San Francisco de Asís había recibido las heridas de Cristo como estigmas en una visión mística. La misma montaña se conoce como Alverna en Estado Unidos de Norteamérica y es conocida geográficamente como Monte Penna.

Mientras meditaba bajo un árbol de haya en La Verna, Juan tuvo una visión de besar y ser besado por Jesús. El biógrafo Ermenegildo Da Chitignano coloca la aparición en algún momento antes de la visita del emperador romano, Enrique VII, a Alverna en 1312, después de su coronación en Roma.   Mucho más tarde, después de que el árbol de haya se secó, una pequeña capilla fue construida allí.   Es conocida como la Capilla de la Haya (Cappella del Faggio). El patio en frente de la capilla está rodeado por un muro bajo de piedra con una inscripción explicando que encierra el lugar donde Juan y Jesús pasaron un tiempo juntos.


La inscripción en la pared alrededor del patio donde se abrazaron Jesús y Juan dice:
 "Este es el oratorio del beato Juan de La Verna, donde conversó (pasó el tiempo) con Cristo nuestro Señor. Hay 200 días de indulgencia."
En el viejo sistema de las indulgencias, se dice que una visita piadosa a la capilla puede eliminar 200 días de tiempo del visitante en el purgatorio. (Foto por Kevin Elphick con gratitud a Marco Wooster por la ayuda con traducción del italiano)

El Beato Juan se describe en el Fioretti como uno de los hijos espirituales de San Francisco de Asís, que por su gran sabiduría, es la "gloria de un gran Padre" [2]. Después de una breve introducción biográfica que cubre la infancia de Juan, se cuenta un episodio de la vida adulta de Juan cuando ya es un fraile. Ese incidente se encuentra en el contexto de un período denominado como la "noche oscura del alma" atravesado por el Beato Juan. A continuación de un período de tres años de intimidad como "luna de miel", Dios le retiró su antigua presencia palpable. Antes de esta retirada, Juan había disfrutado "los besos y abrazos intensos del amor místico de Cristo, no sólo en gracias espirituales interiores, sino también en los signos exteriores, como con un amigo íntimo".   

En consonancia con la tradición franciscana, el autor usa el lenguaje de la mística nupcial para describir la relación de Juan con Jesús, donde el lenguaje de romance e intimidad física sirve como metáfora de la unión humana con lo divino. Quizás anticipando las molestias para su audiencia por la lectura de la intimidad, incluso metafórica, entre dos varones, el autor se involucra en una especie de "gimnasia del género", es decir, las idas y venidas del discurso, lo cual sirve para hacerle perder el equilibrio al lector sobre el género dado de Jesús y Juan. En diversos momentos, a cada uno de ellos independientemente se le resigna el género femenino. Al explicar el retiro de Cristo del lado Juan en esa "noche oscura del alma", el autor compara a Jesús como a una madre suspendiendo temporalmente los alimentos:


"Pero Él estaba actuando como una madre con su bebé cuando le retira el pecho para obligarlo a beber la leche con más ganas, y él llora y lo busca, y después de haber llorado, ella lo abraza y lo besa y le permite disfrutar de ella un poco más. Así que el hermano Juan siguió a Cristo ... con mayor fervor y deseo, llorando como un bebé tras  su madre ... "

Alternativamente, el Beato Juan se asemeja a María Magdalena llorando a los pies de Jesús: 


"El Beato Juan derramó tantas lágrimas, que parecía ser otra Magdalena ... tumbado a los pies de Jesús, más dulce, recibió tanta gracia que fue totalmente renovado, y al igual que la Magdalena, fue consolado y pacificado."  

Además de María Magdalena, el autor de el Fioretti homologa a Juan como la doncella del libro bíblico del Cantar de los Cantares. Este libro de la Biblia Hebrea celebra una intimidad erótica entre una mujer y su amado, y se interpreta generalmente como una metáfora extendida de la unión humana y divina. Cuando el Fioretti describe el retiro de Cristo del lado de Juan, utiliza el lenguaje del Cantar de los Cantares y la doncella de la canción para describir la búsqueda de Juan hacia Jesús:


"... Cuando su alma no sintió la presencia de su Amado, en su angustia y tormento vagó por el bosque, corriendo de aquí para allá, buscando y llamando en voz alta con lágrimas y suspiros a su querido amigo que recientemente lo había abandonado y se había ocultado ..."

Compárese esto con la experiencia de la doncella del Cantar de los Cantares 3.1-2:


"Por las noches, sobre mi lecho,

    busco al amor de mi vida;

    lo busco y no lo hallo.

 Me levanto, y voy por la ciudad,

    por sus calles y mercados,

buscando al amor de mi vida.

    ¡Lo busco y no lo hallo! " 

Para el autor de el Fioretti, Cristo es "el amor de mi vida [de Juan]." A su vez, la transformación femenina de Juan es tan completa, que sin Cristo el Esposo, Juan declara en el Fioretti: "Sin ti soy estéril ..."  


Jesús abraza al Beato Juan en el árbol de haya en una pintura de 1521 por Aretino Intorno
ubicada en la Capilla de la Adoración en el Monte La Verna

Cuando Cristo finalmente se le aparece al Beato Juan, el Fioretti utiliza el comentario de San Bernardo de Claraval sobre el Cantar de los Cantares para explicar las etapas de la intimidad que Juan va a disfrutar. Primero un beso a los pies de Cristo en un movimiento de penitencia. En segundo lugar un beso en las manos de Cristo, que significa la "gracia de vivir una buena vida": "El segundo es dado a aquellos que están haciendo progresos" (Sermón 4, I.1). Por último, hay un tercer beso, un beso en la boca. El beso en la boca es la unión contemplativa con Dios hacia la que todos deben esforzarse. "Oh feliz beso ... que es ... la unión de Dios con el ser humano" (Sermón 2, II.3). Dicho sea de paso, vale la pena señalar que para Bernardo, este "beso" de unión es en última instancia, una participación en la amorosa del "beso" de la Primera y Segunda Personas de la Trinidad, que conocemos como el Espíritu Santo.

La dependencia del Fioretti en el comentario de San Bernardo es explícita, pues el manuscrito más antiguo dice: 


"Si alguien quiere saber sobre esto, lea a Bernardo sobre el Cantar de los Cantares, que pone estas etapas existentes en función de su orden: a saber, los principiantes en los pies, los avanzados en las manos, y los perfectos en el beso y abrazo" [3]. 

Así el Fioretti hace que Juan sobresalga a través de estas etapas:


"Porque él inmediatamente se arrojó a los pies de Cristo, y el Salvador le mostró sus benditos pies, sobre los que el Hermano Juan lloró ... Ahora, mientras el hermano Juan estaba orando fervientemente, tumbado a los pies de Cristo, recibió tanta gracia que se sentía completamente renovado y pacificado y consolado, como la Magdalena ... y comenzó a dar gracias a Dios y humildemente besar los pies del Salvador".


Tras las etapas propuestas por Bernardo, el Hermano Juan dio el próximo paso al besar las manos de Jesús:


" Cristo ofreció sus santísimas manos y las abrió para que él las besara. Y mientras los abrió, el ​​Hermano Juan se levantó y besó sus manos".

Sin embargo, el autor del Fioretti aparentemente se desvía de las etapas de Bernardo al modificarlas ligeramente para un encuentro entre el dos varones: Jesús y el fraile Juan. En lugar de la etapa específica de Bernardo del "beso en la boca," el autor bajó el tono cambiándolo por un beso en el pecho de Cristo.


"Y cuando las había besado [las manos de Cristo], se acercó y se apoyó en el pecho de Cristo, y lo abrazó, y besó a Jesús en su santo seno. Y del mismo modo Cristo lo abrazó y lo besó." 


Si bien existe una dependencia explícita textual sobre el Cantar de los Cantares y el comentario de Bernardo sobre este, nuestro autor parece reacio a pintar la imagen verbal de Cristo y Juan besándose en la boca, pues cambia el contenido en lugar de modificar los escenarios con un beso modesto y reverencial hacia Cristo como madre. La tradición franciscana puede haber influido en este uso de la imagen de besar el pecho quizás como una mayor intimidad: Santa Clara de Asís había soñado siendo amamantada por Francisco y Santa Ángela de Foligno en éxtasis besada por Cristo como madre. Sin embargo, es más probable que nuestro autor fuera reticente a retratar a Juan y a Jesús besándose en la boca. Con el telón de fondo de Juan como María Magdalena y Cristo como la nodriza, el lector puede estar comprensiblemente confundido y distraído, pero no al punto de que dos hombres besándose escaparan del escrutinio Medieval.

Aún así, nos queda clara la intimidad física entre Juan y Jesús. Lo que se describe aquí no debe interpretarse como metáfora o etapas exclusivamente figurativas, sino como una aparición corporalmente real de Jesús al Beato Juan. Como la aparición tuvo lugar, el monte La Verna en Italia, una capilla y un patio vallado marcan ese lugar físico donde Cristo apareció y abrazó a Juan. El autor pretende que el lector comprenda como un hecho que Juan y Jesús se besaron, se abrazaron, y se unieron cada vez más íntimamente en ese lugar santo.

Única en la tradición franciscana es la práctica de redireccionar los intereses "carnales" de los objetos terrenales y en su lugar dirigirlos hacia la carne encarnada de Jesús. Si la inclinación humana ha de ser atraída por la carne humana, la tradición franciscana responde mediante la explotación de esta inclinación y en su lugar la apunta hacia el Dios hecho carne. El libro de meditación franciscano, Estímulo Amoris, escrito en Italia durante la vida de Juan, expresa mejor esta práctica. Escribiendo desde la perspectiva de Dios Padre explica: 


"Era necesario, por tanto, porque el alma se había vuelto demasiado enamorada de la carne, para mi Hijo que se encarnada con el fin de atraerla hacia mí y mi amor" [4].

Así, la Divinidad se oculta bajo la carne, para que nuestra propensión a la carne pueda ser explotada. Una vez más el Estímulo Amoris explica: 


"Si, pues, oh alma, te quiero carne, entonces en el amor no hay carne, sino la carne de Cristo" [5].


Al besar la carne de Cristo, Juan de La Verna es un ejemplo perfecto de esta tradición. Sus besos le mueven con eficacia desde los pies de Cristo hacia arriba con el fin de experimentar el aumento de la intimidad con Dios, desde sus pies, luego a sus manos, y aún más arriba hasta el pecho del Salvador.

Mientras que nuestro autor del Fioretti parece fallar en reproducir la etapa prescripta por Bernardo del "beso en la boca",  estaba claro que se siente cómodo con la imagen de Juan besando el cuerpo de Jesús, los pies, las manos y el pecho, mienrtas ambos se abrazan. Igualmente, la comunidad de frailes en el monte La Verna a la que Juan pertenecía, no sólo se siente cómoda con esta imagen, sino que consagra en una capilla y un patio cercado la preservación de esa memoria, así como también representa en pinturas aquel evento sagrado. Tal vez al final el autor del Fioretti fue fiel al requerimiento de San Bernardo del "beso en la boca", porque la aparición concluye con Cristo respondiendo a lo físico de Juan pues el mismo Cristo por su parte "abraza y besa" a Juan. Se libra a la imaginación del lector cómo Jesús besó a Juan. Estaría totalmente de acuerdo con la teología de Bernardo afirmar que este "beso en la boca" beatífico es en realidad la iniciativa propia de Dios y no del ser humano. Nuestro autor se vería entonces en la necesidad de señalar la imaginación del lector en esta dirección prevista, mientras tímidamente evita pintarlo totalmente en palabras, sólo dando a entender en referencia velada esta teofanía erótica.

Jacopone da Todi
en un fresco
de Paolo Uccello
Una última instantánea completa la imagen del Beato Juan de La Verna: su amistad con su compañero, el fraile franciscano y poeta, Jacopone da Todi (1230-1306). Los Escritos de Jacopone, sus laudes, se consideran como "la más poderosa poesía religiosa en Italia antes de la época de Dante" [6]. Japone también experimentó un matrimonio espiritual con Cristo, y tiene mucha afinidad con las experiencias místicas de Juan. Su 63avo. Laud está escrito específicamente para el hermano Juan y con la intención de consolarlo durante su noche oscura del alma. Dentro de los escritos altamente emotivos de Jacopone, este poema de consuelo para el Beato Juan es considerado "una de las páginas más conmovedoras de los laudes" [7].   En ese poema, Jacopone simpatiza con la aridez espiritual de Juan y le recuerda que "es una gran cosa ser llenado con Dios ... casado con reverencia" [8].

Los Laudes de Jacopone están llenos de imágenes de Cristo como el único y verdadero Esposo de la humanidad, que a su vez es su novia. La visión espiritual compartida de Jacopone y Juan es evidente. Como compañeros en el convento, ambos se conocían como hermanos. La profundidad de su relación se pone de manifiesto en el lecho de muerte de Jacopone, cuando convocó a Juan de La Verna a viajar desde lejos para estar a su lado. Jacopone se negó a morir hasta ser consolado con la presencia de Juan por última vez. Era la víspera de Navidad, y se aferró a la vida hasta que el Beato Juan llegó. Finalmente sólo expiró después de que el Beato Juan le dio la  Eucaristía, comunicándole la carne de su Esposo compartida con él, al tiempo que Jacopone trascendió hacia las bodas eternas. Jacopone confiaba sólo en el beato Juan para que le librase de forma segura hacia los brazos de su amado.

Después de muchos años dedicados a la contemplación en La Verna, Juan pasó sus últimos años predicando en Florencia, Pisa, Siena y otras ciudades italianas. Murió en el monte La Verna a los 63 años de edad el 9 de agosto de 1322.

Con su ejemplo, Juan de La Verna nos insta también a entrar en el mismo abrazo de Jesús, nuestro verdadero Esposo. Él nos enseña que la carne de Cristo es refugio seguro, y la intimidad física con Cristo es salvación. Recuerda para nosotros la máxima de que "La carne es soporte de la salvación" [9]. El Beato Juan de La Verna se aferró a la carne de Jesús y lo besó en su santo cuerpo, sabiendo que esa era su salvación. Disfrutó del toque de Jesús sobre su propia carne y el cálido abrazo del Salvador. Como María Magdalena, con quien se lo compara, Juan besó los pies sagrados de su Salvador. Sin embargo, a diferencia de la Magdalena, Jesús no le dijo "no me toques" (Jn 20.17). Por el contrario, Juan encuentra en Jesús un amante sensible que "asimismo lo abrazó y lo besó". En Juan de La Verna encontramos una sana espiritualidad erótica dirigida por un devoto masculino hacia un Jesús plenamente humano y masculino. Esta tradición literaria y franciscana no sólo tolera el misticismo homoerótico de Juan de La Verna, sino que lo presenta como paradigmática y ejemplo. Celebramos también la espiritualidad erótica de Juan e imitemos sus apasionados besos y abrazos con Jesús. Para nuestras comunidades LGBTIQ, Juan de La Verna ya es un santo patrón y modelo para nuestro propio viaje espiritual. En él hemos escuchado nuestras propias historias y ahora debemos viajar por caminos igualmente boscosos hacia nuestro propio encuentro con el Amado Divino.


Posdata
Mi viaje al Monte 
del Beato Juan de la Verna en Italia

En junio de 2014, tuve el privilegio de visitar el monte La Verna con un grupo de peregrinos. Mientras que San Francisco de Asís y sus estigmas fueron el foco central de La Verna, estaba agudamente consciente de que esta montaña sagrada también había sido la bendecida casa de Juan junto con su comunidad de frailes. Quería visitar el sepulcro de Juan, su capilla y su ermita, y saber algo de la naturaleza salvaje del monte La Verna que habían contribuido a la espiritualidad terrenal de Juan.



La tumba del beato Juan de La Verna
(Fuente: Wikipedia.org)

En el Santuario de La Verna, el sepulcro del Beato Juan se encuentra justo a la izquierda, dentro de la Basílica. Allí, con el interior oscurecido, me acerqué y me arrodillé a orar, colocando mi mano sobre su sepulcro. Yo había traído conmigo pequeñas medallas religiosas para tocar al sepulcro, para que yo pudiera más adelante compartirlas con amigos como reliquias. Con ellas toqué a su lugar de descanso bendecido. Un fraile franciscano, el Padre Mario, estaba sentado cerca, en un confesionario, acordando para bendecir estas medallas sólo después de que entré vacilante del lado del penitente. Invocó una larga oración en italiano, hizo la señal de la cruz (que yo imité, tocándome la frente, los hombros y el pecho), seguido de mis profusas gracias a él en Inglés.

Desde la Basílica, subí más arriba en la montaña, llegando finalmente a la Capilla del Beato Juan, con su patio cercado para proteger el espacio sagrado donde habían abrazado Jesús y Juan. En una pista de atletismo, un grupo de escolares exuberantes eran conducidos pasando en una excursión banderas colocadas al inicio y al final de su línea. Encontré la puerta de la capilla cerrada y asegurada con un candado oxidado, así que estaba contento de pagar la reverencia con solo besar el dintel de la puerta. Volviendo al patio, me arrodillé y toqué el suelo. Quité la cruz de alrededor de mi cuello y la puse en el suelo, con la esperanza de que sería tocar el mismo lugar donde Jesús y Juan habían estado, venerando el piso sobre la que caminaban. Después de algún tiempo dedicado a reflexionar sobre su profundo amor, me levanté y seguí más arriba en el monte La Verna.



La ermita donde vivió el beato Juan 
(foto de Kevin Elphick)

Me encontré especialmente atraído a su ermita, ubicada más arriba en la ladera del monte, pero rodeado de escarpadas rocas y una empinada caída al precipicio. Me acordé de los versos del Cantar de los Cantares (2.14): 


"Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, 
en lo escondido de escarpados parajes, 
Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; 

Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto".


Juan había sido esa hermosa paloma, escondida en esta ermita en el monte, accesible sólo a su Amado. Con un terreno escarpado que rodea su ermita, sólo pude tocar un lado del edificio, capaz de mirar en una sola ventana. Yo estaba cada vez más convencido de que la inaccesibilidad de la ermita fue intencional, para que John pudiera estar a solas con su Amado, como también dice el Cantar de los Cantares 2.7:


"Yo os conjuro, oh doncellas..., 
Por los corzos y por las ciervas del campo, 
Que no despertéis ni hagáis velar al amor, 

Hasta que quiera".


Yo sabía que un poco más allá, juntos descansaban en un lugar apenas visible, para no ser perturbados de su descanso conyugal compartido. En silencio apreté mi mano a la pared de piedra de la ermita hasta que mi respiración se desaceleró a su mismo ritmo, y juntos a ellos suspiré mientras estos amantes enclavados, yaciendo con sus cuerpos estrechados en el contentamiento saciado. La santidad era palpable aquí, como una niebla que engendra al rocío.

Mientras me alejaba, un pequeño rayo me llamó la atención. Era algo pequeño ubicado en un afloramiento de roca, delicado y tranquilo. Mirando más de cerca, descubrí la más pequeña de las figuras: un Niño en un pesebre, acompañado únicamente por un abrigo. Un acto de devoción que otro peregrino dejó para honrar la memoria de Jesús y Juan. Nada podría haber sido más apropiado. Para cuando nació ese niño, el cielo y la tierra estaban casados. Lo humano y lo divino estaban comprometidos. Jesús ya estaba en camino para cumplir con el beato Juan quien había encontrado lo que buscaba en La Verna.



[1] "Fioretti di San Francesco d'Assisi". Enciclopedia Católica. Nueva York: Robert Appleton Company, 1913.

[2] Las citas del Fioretto se toman de Las pequeñas flores de San Francisco, traducido por Raphael Brown (Nueva York: Image Books, 1958) y Francisco de Asís: Los primeros documentos: el Profeta (Nueva York: New City Press, 2001). Este último es el recurso más definitivo para la exactitud de la traducción y de la tradición manuscrita.

[3] Los primeros documentos, p. 533.

[4] El amor de la incitación y el Cántico de Aquel que es pobre para el Amado (Phoenix, AZ: Tau Publishing, 2013), p. 38.

[5] Estímulo Divini Amoris: Ese es el aguijón del Amor Divino (Nueva York: Benziger Brothers, 1907), p. 3. Amor de incitación y el aguijón del Amor Divino, aunque un nombre diferente, son las dos versiones inglesas del Estímulo Amoris.

[6] Jacopone da Todi, El Laudes, Nueva York: Paulist Press, 1982, p. xix.

[7] Ibid. p. 59.

[8] Ibid. p. 193.

[9] "Caro salutis cardo." Tertuliano, De carnis Resurrectione, VIII.

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Kevin Elphick

Kevin Elphick es un erudito franciscano y un supervisor en la línea telefónica de prevención del suicidio en la ciudad de Nueva York. Escribió una tesis sobre "La liminalidad del género en las fuentes franciscanas" para la obtención de su grado de maestría en estudios franciscanos de la Universidad de San Buenaventura en Nueva York. Elphick también tiene una maestría en Estudios Religiosos del Mundelein College en Chicago y un Doctorado en Ministerio del Graduate Theological Union en Berkeley, California, con un enfoque en ecumenismo. Escribe regularmente para el Blog Jesus in Love [​​Jesús enamorado] sobre temas gay franciscanos, entre ellos Francisco de Asís y la Madre Juana de la Cruz. Desde el 17 de agosto de 2014, Elphick pertenece a las Hermanas de San Francisco en Nueva York como asociado laico.

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Enlaces relacionados:

Juan de La Verna (Wikipedia.org)

Beato Juan de Fermo (Catholic.net)

Álbum de fotos del viaje de Kevin Elphick a La Verna

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Esta entrada es parte de la serie Santos GLBTI  por Kittredge Cherry en el blog Jesus in Love [Jesús enamorado]. Ese blog presenta en las fechas adecuadas durante todo el año tanto santas y santos como mártires, héroes, heroinas y personas consagradas de especial interés para las personas gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales (GLBTI) y sus aliadas y aliados.


Esta entrada es una traducción de "Blessed John of La Verna: A Friar Kissed by Jesus" del blog Jesus in Love. Traducción de Hugo Córdova Quero.

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